¿Por qué no nos tomamos en serio los medios de comunicación en Chillán?

Es una pregunta que me ronda hace tiempo. Chillán tuvo un pasado prolífico en medios: canales como IPROCH, TVU o Clave 15 marcaron una época con programación local, noticieros, entrevistas, coberturas propias.

No eran solo pantallas: eran ventanas a lo que éramos, a lo que pensábamos. Teníamos identidad en la televisión.

La Discusión —el decano de la prensa regional— ya no circula en papel. Y su lugar, en vez de ser recogido con fuerza por nuevos medios, parece quedar a la deriva.

Las radios hacen esfuerzos, sí, pero pocos se atreven a ir más allá del boletín o el contacto telefónico. Y así, de a poco, la conversación pública de Ñuble se ha ido desvaneciendo.

Lo más inquietante es que tuvimos —y aún tenemos— profesionales talentosos. Comunicadores, periodistas, productores, técnicos formados en medios locales que hoy trabajan en municipios, servicios públicos, ministerios… no porque hayan dejado de creer en los medios, sino porque la industria local no les da condiciones mínimas para seguir haciendo lo que saben. Porque en Chillán, trabajar en medios sigue siendo casi un acto de voluntarismo.

Y eso tiene consecuencias. Porque los medios no son solo informativos: son reflejo de lo que somos, de lo que valoramos, de lo que soñamos como comunidad.

Un medio con contenido no solo transmite noticias: ayuda a construir tejido social, da sentido de pertenencia, abre espacios para el debate, la memoria, la cultura.

Ñuble necesita una industria de medios. No solo más medios: una industria que permita que los contenidos se produzcan con calidad, que los profesionales se desarrollen, que el periodismo cumpla su rol y que los ciudadanos encuentren su voz. Una industria que proyecte a Ñuble con fuerza, desde lo local hacia lo nacional.

Nos falta creernos el cuento. Nos falta asumir que sin medios con identidad, no hay región que se construya de verdad.

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