Peleamos por tonteras

¿Sabe usted por qué peleamos los chilenos? No peleamos por ideas, ni por grandes causas, ni por principios filosóficos.
Peleamos porque el otro anda con la camiseta equivocada, porque votó Apruebo o Rechazo, porque votó Sí o No.
Nos peleamos por un tuit mal leído, por una noticia falsa, por un bono que no llegó. Nos dividimos entre los que lo perdieron todo y los que se ofenden porque les tocaron la plusvalía.
Y mientras tanto, en otras latitudes —en esas que parecen tan lejos, pero que con una bomba se hacen cercanas— se reparten misiles con la misma ligereza con que aquí se reparten culpas.
Nosotros, que aún no podemos ponernos de acuerdo en cómo enseñar historia en los colegios, estamos al borde de ver cómo la historia se nos viene encima, otra vez, con forma de guerra ajena… pero con consecuencias propias.
Porque hoy la guerra no se televisa: se viraliza. No se libra en trincheras, se programa desde oficinas con aire acondicionado. La guerra ya no necesita soldados: necesita excusas.
Y nos las dan todas: que el uranio, que la religión, que la seguridad nacional, que la libertad. Pura poesía bélica para disfrazar intereses que no son ni de usted, ni míos, ni de la humanidad entera.
Dicen que todo esto es por la paz. Pero la paz no viene con manual de defensa. La paz se siembra. Se cultiva. Se conversa. Se escucha. Se comparte. No hay paz que se construya desde un botón rojo.
¿Y nosotros qué? ¿Nos quedamos callados esperando el siguiente boletín internacional, o nos atrevemos a decir que no, que esto no es normal? Que el mundo no puede seguir funcionando como si matar fuera una forma de orden.
Pero vea usted, hay esperanza. Hay niños que todavía juegan con barro y no con metralla. Hay madres que siguen pariendo futuro. Hay locos —como uno— que aún creen que se puede cambiar el mundo con una idea, una palabra, una radio.
Apague el odio. Y escuche. A su vecino. A su hijo. A su propia conciencia. Ahí, en ese acto simple, empieza la paz.
Síguenos en Google News:
Síguenos en Instagram: